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6 feb 2010

LA CREATIVIDAD QUE SANA

Todo acto que realizas con placer y creatividad, de manera desinteresada, por simple que sea, mueve algo en tu interior y por lo tanto es sanador.

Prueba de ello es la historia de un compañero y amigo de muchos años a quien la medicina acababa de desahuciar tras una infructuosa operación, en la que literalmente "lo abrieron y lo cerraron" al descubrir que el cáncer de colon se había extendido al hígado.

Al salir de la intervención quirúrgica, el cirujano nos comunicó que las expectativas de sobrevida eran mínimas y que difícilmente podría superar más de unos meses. La esposa insistía en que debía haber algo que hacer, que no podían resignarse sin más. Y en su desesperación le proponía al médico que mintiera sugiriendo algún tratamiento, aunque supiera que no daría resultados.

- No hay nada que hacer, repetía el médico, cualquier cosa que hagan va a ser inútil.

Coco había sido un hombre exitoso en todos los ámbitos de su vida, empresario de una multinacional, había ganado mucho dinero y viajado por el mundo entero. Formó una sólida familia con su mujer y sus tres hijos quienes, siguiendo los pasos del padre, eran profesionales de renombre. Se consideraba además un buen católico, respetuoso de los ritos y las tradiciones, hacía donaciones regularmente a la iglesia y sentía que ya había cumplido con todas las metas en su vida. Solía repetir esto último con orgullo y también con cierta angustia. Este hombre se encontraba reponiéndose de la última operación con colostomía incluida, que, además del pronóstico adverso, le había dejado "la bolsita" para recoger las heces cuando falta parte del intestino grueso.

Con todo, él estaba dispuesto a parirse nuevamente. Había comenzado a trabajar sin tregua sobre sus hábitos, sus actitudes, sus creencias y sus estados emocionales. Cumplía a rajatabla su plan de salud, pero había una parte fundamental que no podía resolver, sabía que era necesario encontrar algo que marcara la diferencia en su proceso de sanación, algo que en verdad lo entusiasmara y lo reconectara con la vida.

Fue una tarde, en la Fundación, cuando yo intenté abordar el tema.

- ¿Propósito? ¿De qué propósito me hablas? - me interrumpió sin poder contener las lágrimas - ¿No te das cuenta que yo ya estoy de vuelta de todo, que ya he hecho todo?

Lloró muchísimo y yo con él. Me desgarraba la impotencia de saber que si bien había un abanico infinito de metas posibles, sólo él podía encontrar ese algo esencial y único para sí mismo.

Entonces, en un momento del diálogo algo pasó: levantó los ojos como iluminándose, los fijó en los míos y dijo: - Ya sé, mientras tenga geranios para plantar no me voy a morir -


Coco llenó su jardín y las casas de todos sus conocidos con flores, inundó su mundo con flores y ellos fueron el símbolo de su sanación. Decía que al regalarlos, el amor que ponía en sus geranios entraría en todos los hogares de la gente que amaba.

Pasó el tiempo y Coco seguía vivo, cada vez más vivo. Hizo un giro total en su vida. Como la medicina había asegurado que no tenía nada más que ofrecerle, no tomó ni una aspirina, no hizo un solo tratamiento tradicional. Cambió sus elegantes trajes y sus finas corbatas por equipos de gimnasia blancos, que utilizaba a diario para asistir a los talleres y a las clases de meditación. Dejó de importarle la gente con quien había tenido tantas reuniones sociales, o con quienes había compartido temporadas en Punta del Este. Pasaba días enteros junto a nosotros descubriendo un nuevo mundo, el interno. Y lo que más le apasionaba era poder ayudar a otros que llegaban con la misma desesperanza que él había experimentado en algún momento , demostrándoles con su propia historia que es posible salir adelante a pesar de un diagnóstico condenatorio. En cada programa de recuperación, Coco asistía a dar su testimonio y, por supuesto, a repartir geranios a todos los presentes.

Este hombre que estaba "devuelta de todo”, se transformó en un paciente extraordinario. Se apasionó por los geranios. Puso toda su creatividad en sembrar, cuidar y contemplar con asombro cada brote, se fascinó con cada ramita. Cada flor de su planta de geranios, fue única para él. Cultivándolas, encontró su propia canción para cantar. Se unió a la vida en su propósito amoroso y creativo de dar más vida y así la Vida le dio más tiempo, unos cuantos años más para vivir, disfrutando.

Todos necesitamos hallar propósitos vitales para vivir en plenitud, pero cuando la salud se ve seriamente comprometida, como en el caso de Coco, es imperativo descubrir la propia melodía y ejecutarla magistralmente, ya que la química que desencadena tener motivos para vivir es indispensable para optimizar los estados internos y beneficiar así al sistema inmunológico. Lo importante es que sean propósitos concretos y realizables. Pueden ser metas diarias, semanales, quincenales y más, no se trata de " grandes" cosas, sino de aquello que movilice y entusiasme y que sea una semilla de amor hacia los otros...

Texto extraído del libro " El Laboratorio del Alma" de Stella Maris Marusso.

Imágen: Geranios (óleo sobre lienzo) Sitio: El rincón de Marisa

Aquí se exponen algunas de las obras de María Luisa, una artista que descubrió lo que tenía dentro a sus 70 años, y a quien todavía le queda mucho por descubrir.

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